Nota publicada en Tiempo Argentino, 31 de mayo de 2013.
Todos sabemos quien fue Pedro Eugenio Aramburu. Algunas personas parecen ignorarlo, o lo que es peor, lo reivindican ¿Será por eso qué hay una calle con su nombre en Martínez, partido de San Isidro? Desde hace mucho tiempo, desde mis años de adolescencia, siento un profundo repudio al ver su nombre en las puertas de las casas, en las esquinas, y que a nadie parezca importarle.
Todos sabemos quien fue Pedro Eugenio Aramburu. Algunas personas parecen ignorarlo, o lo que es peor, lo reivindican ¿Será por eso qué hay una calle con su nombre en Martínez, partido de San Isidro? Desde hace mucho tiempo, desde mis años de adolescencia, siento un profundo repudio al ver su nombre en las puertas de las casas, en las esquinas, y que a nadie parezca importarle.
El nombre de este personaje nefasto de la
historia argentina fue instalado durante la última dictadura cívico-militar, y
hasta nuestros días sigue vigente. El nombre de una calle no es solo eso, una
mera demarcación… representa mucho más, es un símbolo, una ideología, una
postura política, o en este caso, antipolítica, antipopular y golpista. ¿Que
espera la gestión municipal de la familia Posse para tomar la iniciativa? Se
han presentando proyectos de ordenanzas que han quedado cajoneados. Por lo
tanto, ¿la política y la democracia sanisidrense apoya que una calle lleve el
nombre de un golpista que mató a nuestros hermanos?
Para quienes no saben, o no lo recuerdan, Pedro
Eugenio Aramburu fue uno de los ideólogos e impulsores del golpe de estado que
derrocó al gobierno democrático del Presidente Juan Domingo Perón. Fue uno de
los que planeó los bombardeos a Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955. Una vez
que se hizo cargo de la “presidencia”, en noviembre de 1955, a dos meses del
golpe, comenzó una ola de terror, físico y psicológico, contra la población
peronista. No solo se prohibió por decreto nombrar las palabras Perón, Eva
Perón, peronismo, la marcha peronista, los símbolos partidarios, sino que
además, en 1956 fusiló a un grupo de patriotas peronistas que quisieron retomar
el poder popular acallado por una minoría, entre el 9 y 12 de junio de ese año.
Esto, sin haberse declarado la ley marcial. Civiles y militares fueron
fusilados, en algunos casos, de forma clandestina, en un basural de José León
Juárez.
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