El sistema de partidos políticos argentino ha
sufrido una transformación, el bipartidismo reinante desde el pasado siglo
sufrió una ruptura, debido a los sucesivos fracasos de la UCR a cargo del Poder
Ejecutivo Nacional, se produjo un desperdigamiento de dicho sector, reflejado
en las últimas elecciones presidenciales de 2011. Desde el ascenso del peronismo
en el 45, el clivaje fue a lo largo de todo el siglo XX,
peronismo-antiperonismo, representado este segundo sector del binomio por la
UCR. En el 46 el arco antiperonista lo único que sabia, y tenía en común, era
su rechazo a las políticas impulsadas por
Juan Domingo Perón. Esto con una diferencia fundamental, en las
elecciones llevadas a cabo en 1946, los distintos partidos antiperonistas
confluyeron en la
Unión Democrática , algo que en nuestros días no se pudo
concretar. Las elecciones de 2011 son una muestra cabal de esto, en donde CFK,
obtuvo el 54% de los sufragios, obteniendo una diferencia de alrededor del 40%
con el segundo candidato. No es casual que CFK haya obtenido ese caudal de
votos, solo basta con ver los índices, estadísticas y ver el día a día de un
país que crece con un superávit gemelo, con políticas de inclusión, creación de
más de 5 millones de puestos de trabajo, entre otras tantas cuestiones. En cuanto
al arco opositor, diversificado, atomizado y sin ideas, ni programa, ni
referentes, amaga con posibles alianzas electorales en rumbo a las legislativas
que se avecinan, que no dejan de ser solo eso… alianzas destinadas a obtener la
mayor cantidad de electores. Hoy, el espectro político autodenominado peronista,
representa a algo así como el 70% de la población. Por este motivo, el clivaje
se ha profundizado, se ha movido a uno nuevo, “kirchnerismo-antikirchnerismo”. Según
mi punto de vista, es el antiguo clivaje aggiornado a los tiempos actuales. El
kirchnerismo representa las políticas impulsadas por el primer peronismo, sigue
la misma línea, y la profundiza. Esto es visto por los sectores más
conservadores como una traición al movimiento fundador, tomando como referencia
al último Perón, a aquel viejo líder rodeado de la peor calaña. Por eso, un De
Narváez, un Macri, un Duhalde se sienten los verdaderos herederos del
peronismo, ellos son los que Perón no echo de la plaza aquel 1° de mayo de
1974. Esa es su máxima teoría argumentativa, y nada más. Abrazados al grupo Clarín,
y levantando en alzas a su “máximo referente”, Jorge Lanata, la oposición
parece haber encontrado otra forma de aglutinamiento. En donde Carrió, Binner,
Pino Solanas, Bullrich, Moyano, Macri y De Narváez luchan por absorber al
sector antikirchnerista de la población. Esto, inmerso en la llamada democracia
de audiencia, en donde lo único que importa es ganar minutos en medios de
comunicación masiva, y aprovechar cada momento para acaparar la mayor cantidad
de adherentes. Palabras vacías, falsas denuncias, sin proyectos ni ideas, la
oposición argentina corre en un sin sentido. El caso mas particular es el de
Francisco De Narváez, el cuál salió apresurado en campaña (la cual la justicia
hizo suspender de forma inmediata por ir en contra de los tiempos de campaña,
prevista para los 30 días anteriores a la elección), debido a que se vence su
banca a fin de año. El Diputado Nacional fue aún más allá, creando una nueva
antinomia, el desmesurado “ella o vos”, en donde él, serías vos. Algo que hizo en la campaña de 2009
(y no le fue mal) en donde se vendía como “un tipo común”. Pero esto no es lo
importante del mensaje, sino, el intento de crear una atmósfera de conflicto,
comparando la situación actual con una “dictadura democrática”, algo tan sin
sentido como la oposición. Con un slogan que dice “ella nos quiere prohibir”,
está intentando exacerbar a la opinión pública, y como siempre, de atemorizar. Alegando
la coartación de derechos, de avance indiscriminado del oficialismo, él es el
“límite”. Con esto, se estaría intentando conformar un nuevo clivaje,
Cristina-De Narváez (Ella o Vos). Cuando algo se hace por oposición, no tiene
posibilidad de perduración en el tiempo.